Oración 24-7
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Parte 15 de 30
Hoy es sábado, 10 de diciembre. A lo largo de esta época de Adviento estamos reflexionando sobre las voces de las muchas personas cuyas experiencias se unen para componer la historia de la Navidad.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar quieto. Abro mis oídos ahora para escuchar cosas increíbles sobre ti, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en anticipation de la venida de Cristo, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 89…
¡Siempre cantaré acerca del amor inagotable del Señor!
Salmo 89:1-2 (NTV)
Jóvenes y ancianos oirán de tu fidelidad.
Tu amor inagotable durará para siempre;
tu fidelidad es tan perdurable como los cielos.
Hoy reflexiono en el cumplimiento de una promesa que se ha hecho esperar…
Ahora bien, en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo. Cuando al niño Jesús lo llevaron sus padres para cumplir con la costumbre establecida por la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios:
Lucas 2:25-32 (NVICST)
«Según tu palabra, Soberano Señor,
ya puedes despedir a tu siervo en paz.
Porque han visto mis ojos tu salvación,
que has preparado a la vista de todos los pueblos:
luz que ilumina a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Vivo en una cultura de gratificación instantánea, de citas que se deslizan a la izquierda y de compras con un solo clic. He sido condicionado a esperar obtener lo que quiero, cuando lo quiero. Por eso, si no veo un cumplimiento rápido de una promesa de Dios, puedo tener la tentación de descartarla como algo falso o de dudar de la bondad de Dios hacia mí. Simeón me recuerda que las promesas que Dios hace se cumplirán, pero el momento de ese cumplimiento no depende de mí.
Señor Dios, para quien un día es como mil años, y mil años son como un día (2 Pedro 3:8) mi esperanza está en ti ahora y por siempre. Hoy, mientras recuerdo las promesas que estoy esperando que cumplas, haz que mi conocimiento de tu bondad y fidelidad sea más profundo.
Aunque la edad de Simeón no se menciona en el pasaje, la tradición cristiana sostiene que era un hombre mayor. Pienso ahora en un cristiano mayor en mi vida, un padre o madre espiritual que me haya indicado hacia Jesús.
Señor Dios, sostengo a este héroe o heroína de la fe ante ti. En el tiempo que les queda en la Tierra, te pido que sus mejores días estén todavía por delante. Habla con ellos como lo hiciste con Simeón y úsales poderosamente para animar a otros a seguirte.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
Ahora bien, en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo. Cuando al niño Jesús lo llevaron sus padres para cumplir con la costumbre establecida por la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios:
Lucas 2:25-32 (NVICST)
«Según tu palabra, Soberano Señor,
ya puedes despedir a tu siervo en paz.
Porque han visto mis ojos tu salvación,
que has preparado a la vista de todos los pueblos:
luz que ilumina a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Tras haber visto al niño Jesús, Simeón tuvo que enfrentarse ahora al final de su vida. Sabiendo que seguiría vivo hasta ese momento, sus días habían sido inusualmente seguros. Más allá de este punto, su futuro se volvió incierto. Sin embargo, él recibió esta incertidumbre con alegría porque comprendió que su vida formaba parte del plan de salvación de Dios.
¿Cómo afronto la incertidumbre en mi vida, especialmente cuando las suposiciones en las que me he apoyado desaparecen de repente?
Señor, cuando mis circunstancias se vuelven inciertas, quiero crecer en la certeza de que tú eres bueno y que me amas. Sea como sea mi futuro, elijo confiar en que está ligado a tu historia de salvación.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama dice en el libro de Filipenses que:
Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en vosotros la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.
Filipenses 1:6 (NVICST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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