Oración 24-7
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Parte 5 de 30
Hoy es miércoles, 30 de noviembre, y durante este Adviento nos estamos preparando para celebrar el nacimiento de Jesús, reflexionando en las personas incluidas en su historia. Esta semana estamos escuchando las voces de los profetas según describen al Mesías que está por venir.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieta; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar quieta. Abro mis oídos ahora para escuchar cosas increíbles sobre ti, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en el gobierno y el reino de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 22…
Los pobres comerán y quedarán satisfechos;
Salmo 22:26-28 (NTV)
todos los que buscan al Señor le alabarán;
se alegrará el corazón con gozo eterno.
Toda la tierra reconocerá al Señor y regresará a él;
todas las familias de las naciones se inclinarán ante él.
Pues el poder de la realeza pertenece al Señor;
él gobierna a todas las naciones.
Hoy, al escuchar este pasaje que describe al tan esperado Mesías de Israel, me pregunto: ¿de qué parte de su carácter estoy más necesitada?
Porque nos ha nacido un niño,
Isaías 9:6-7 (NVICST)
se nos ha concedido un hijo;
la soberanía reposará sobre sus hombros,
y se le darán estos nombres:
Consejero admirable, Dios fuerte,
Padre eterno, Príncipe de paz.
Se extenderán su soberanía y su paz,
y no tendrán fin.
Gobernará sobre el trono de David
y sobre su reino,
para establecerlo y sostenerlo
con justicia y rectitud
desde ahora y para siempre.
Esto lo llevará a cabo
el celo del Señor Todopoderoso.
Cualquiera que sea el atributo del que me siento más necesitada, considero por unos momentos: ¿por qué necesito que Jesús sea eso para mí hoy?
Tomo unos momentos para agradecer a Jesús esa parte de su naturaleza. Tal vez lo repita en voz baja para mí misma.
Jesús, gracias por ser mi paz. Gracias porque ofreces paz a mi corazón y a mi vida. Gracias.
Reflexionando sobre lo que he notado, ¿cuál es la invitación de Jesús para mí hoy? ¿Hay algo que quiere que crea sobre Él o sobre mí misma, algo que quiere que haga en respuesta a su palabra?
¿Hay alguien a mi alrededor que necesite ese aspecto de Jesús? En silencio, oro por ellos ahora, declarando el nombre y la naturaleza de Dios sobre ellos.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más…
Porque nos ha nacido un niño,
Isaías 9:6-7 (NVICST)
se nos ha concedido un hijo;
la soberanía reposará sobre sus hombros,
y se le darán estos nombres:
Consejero admirable, Dios fuerte,
Padre eterno, Príncipe de paz.
Se extenderán su soberanía y su paz,
y no tendrán fin.
Gobernará sobre el trono de David
y sobre su reino,
para establecerlo y sostenerlo
con justicia y rectitud
desde ahora y para siempre.
Esto lo llevará a cabo
el celo del Señor Todopoderoso.
No puedo leer este pasaje sin que suene el Mesías de Haendel en mis oídos. La letra del oratorio más famoso de Haendel fue escrita por Charles Jennens, que escribió en una carta fechada el 10 de julio de 1741: ‘Espero que [Haendel] ponga todo su genio y habilidad en ella, para que la composición supere todas sus composiciones anteriores, como el tema supera a cualquier otro. El tema es el Mesías’.*
Padre, hoy recibo con gusto el regalo de tu Hijo, el Mesías, tu elegido y ungido, y recibo todos sus buenos regalos de fortaleza, consejo, justicia y paz.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama dice en Juan:
‘La paz os dejo; mi paz os doy. Yo no os la doy como la da el mundo. No os angustiéis ni os acobardéis’.
Juan 14:27 (NVICST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtica contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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