Oración 24-7
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Parte 25 de 30
Hoy es martes, 20 de diciembre, solo quedan cinco días para Navidad. Esta semana estamos explorando las muchas formas en las que la voz del cielo habla de vida y luz a nuestro mundo en Navidad.
Juntos vamos a orar (O.R.A.R.) de forma muy sencilla cada día – ‘O’: estar quietos para OBSERVAR. ‘R’: REGOCIJARSE con un Salmo y meditar en un pasaje de la Escritura que tenga relación con la llegada de Jesús. ‘A’: APELAR/PEDIR a Dios que nos ayude a nosotros y a otros y ‘R’: RENDIRSE a Su voluntad en nuestras vidas venga lo que venga.
Por lo tanto ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar verdaderamente quieto. Abro mis oídos ahora para escuchar tu palabra, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en el resplandor de la gloria de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 57…
Pues tu amor inagotable es tan alto como los cielos;
Salmo 57:10-11 (NTV)
tu fidelidad alcanza las nubes.
Exaltado seas, oh Dios, por encima de los cielos más altos;
que tu gloria brille sobre toda la tierra.
Hoy reflexiono en las palabras de los ángeles, dirigidas a los pastores, anunciando la llegada de Cristo, el Rey recién nacido:
Esto os servirá de señal: Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad».
Lucas 2:12-14 (NVICST)
Un bebé, acostado en un pesebre. Me he familiarizado tanto con esta historia que se me ha olvidado el impacto que tiene. Este es el asombroso mensaje de la encarnación de Cristo: La gloria de Dios se convirtió en suciedad para que nosotros, la escoria de la tierra, pudiéramos convertirnos en la misma gloria de Dios.
Este es nuestro credo. Creemos en la gloria blasfema de Emanuel; “el infinito reducido a la infancia”*, como dice el poeta Gerard Manley Hopkins. Creemos en la omnipotencia que se rinde a la incontinencia, el nombre por encima de cualquier otro nombre que se rumorea que es ilegítimo. Creemos que el Verbo eterno de Dios chilló una vez como un bebé y, cuando finalmente aprendió a hablar, lo hizo con acento regional. El Creador del cosmos hizo mesas, y presumiblemente las hizo mal al principio. El Santo de Israel se ensució los pliegues de las manos”.**
Señor Jesús, a menudo siento que mi vida es una vida fría, oscura y sucia, como el espacio poco acogedor en el que naciste. A menudo me siento indigno, inadecuado y avergonzado. Y, sin embargo, esto es todo lo que puedo ofrecer. Por eso, confesándote ahora mi pecado, preparo mi corazón para acoger tu venida en esta Navidad.
Pienso en los profundos prejuicios que existen en mi mundo hacia los marginados. Te pido que reveles hasta la más mínima actitud de superioridad en mi corazón. Muéstrame, Señor, cómo puedo amar y servir a alguien que, de otro modo, podría ser ignorado o despreciado en esta Navidad.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
Esto os servirá de señal: Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad».
Lucas 2:12-14 (NVICST)
A menudo me resulta más fácil reconocer el sentimiento de sentirme indigno que aceptar esta idea del favor inmerecido de Dios que descansa sobre mi vida. Al encontrar un espejo, o al mirar un reflejo ahora, repito unas cuantas veces sobre mí estas sorprendentes palabras: “El favor de Dios descansa sobre mí”.
Espíritu Santo,
Ven a descansar en mí hoy,
En mi determinación y en mi gloria.
Dame la fe para creer
en tu paz y bondad
en esta época navideña.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama dice en Juan 14:
La paz os dejo; mi paz os doy. Yo no os la doy como la da el mundo. No os angustiéis ni os acobardéis.
Juan 14:27 (NVICST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
* Gerard Manley Hopkins, Poems. (London: Humphrey Milford, 1918; Bartleby.com, 1999).
** Pete Greig, Dirty Glory: Go Where Your Best Prayers Take You (Colorado Springs: NavPress, 2016), p. 3.
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