Oración 24-7
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Parte 7 de 30
Hoy es viernes, 2 de diciembre, y esta semana nos estamos preparando para celebrar el nacimiento de Jesús, escuchando las voces de los profetas según describen la venida del Mesías.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieta; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar quieta. Abro mis oídos ahora para escuchar cosas increíbles sobre ti, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en la rectitud de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 89…
¡Poderoso es tu brazo!
Salmo 89:13-14 (NTV)
¡Fuerte es tu mano!
Tu mano derecha se levanta en alto con gloriosa fuerza.
La rectitud y la justicia son el cimiento de tu trono;
el amor inagotable y la verdad van como séquito delante de ti.
Ayer estuve considerando cómo el Mesías prometido estaba lleno del Espíritu de Dios. Hoy reflexiono sobre el fruto de su vida llena del Espíritu.
No juzgará según las apariencias,
Isaías 11:3b-5 (NVICST)
ni decidirá por lo que oiga decir,
sino que juzgará con justicia a los desvalidos,
y dará un fallo justo
en favor de los pobres de la tierra.
Destruirá la tierra con la vara de su boca;
matará al malvado con el aliento de sus labios.
La justicia será el cinto de sus lomos
y la fidelidad el ceñidor de su cintura.
El espíritu de cada época trata de definir el bien y el mal según sus propios criterios. Pero el Mesías prometido no toma el mundo al pie de la letra, sino que establece una línea de justicia, verdad y fidelidad.
Señor, ¿hay alguna forma en la que he permitido que el espíritu de la época me influya indebidamente, tal vez a través de los publicistas, los influencers de las redes sociales o las filosofías educativas humanistas? En silencio, te pido, Espíritu de la verdad, que reveles las mentiras que pueda estar creyendo, y que me guíes a toda la verdad.
Señor, hoy me hago eco de la oración de Pablo en Filipenses.
“Que su amor abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que discernáis lo que es mejor, y seáis puros e irreprochables para el día de Cristo, llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. (Filipenses 1:9-11 NVICST)
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más…
No juzgará según las apariencias,
Isaías 11:3b-5 (NVICST)
ni decidirá por lo que oiga decir,
sino que juzgará con justicia a los desvalidos,
y dará un fallo justo
en favor de los pobres de la tierra.
Destruirá la tierra con la vara de su boca;
matará al malvado con el aliento de sus labios.
La justicia será el cinto de sus lomos
y la fidelidad el ceñidor de su cintura.
Ser el Príncipe de la Paz no convierte al Mesías en alguien pasivo. Al contrario, el lenguaje que utiliza el profeta Isaías es riguroso. Jesús, el Mesías, está en una misión; está vestido para trabajar, ¡y va en serio!
Jesús, Mesías, quiero ver como tú ves, y quiero hacer las cosas que tú haces. Tu ojo está en los pobres y tu corazón es para los necesitados. Que el mío también lo sea.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama dice en Isaías 58 que debo:
…romper las cadenas de injusticia
Isaías 58:6b, 8 (NVICST)
y desatar las correas del yugo,
poner en libertad a los oprimidos
y romper toda atadura…
Si así procedes,
tu luz despuntará como la aurora,
y al instante llegará tu sanidad;
tu justicia te abrirá el camino,
y la gloria del Señor te seguirá.
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtica contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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