Oración 24-7
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Parte 12 de 30
Hoy es miércoles, 7 de diciembre. A lo largo de esta época de Adviento estamos reflexionando sobre las voces de las muchas personas cuyas experiencias se unen para componer la historia de la Navidad. Esta semana reflexionamos sobre las palabras de algunos de los hombres cuyas vidas se vieron envueltas en el nacimiento del Mesías.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar quieto. Abro mis oídos ahora para escuchar cosas increíbles sobre ti, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en la instrucción de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 119…
Ahora deja que tu amor inagotable me consuele,
Salmo 119:76-77 (NTV)
tal como le prometiste a este siervo tuyo.
Rodéame con tus tiernas misericordias para que viva,
porque tus enseñanzas son mi deleite.
El sacerdote Zacarías no ha pronunciado una palabra durante nueve meses, pero con el nacimiento de su hijo Juan, su boca se ha abierto. Las primeras palabras de Zacarías fueron una efusión profética de consuelo dirigida a toda su comunidad, pero ahora su atención se dirige a su hijo…
»Y tú, hijito mío, serás llamado profeta del Altísimo,
Lucas 1:76-79 (NVICST)
porque irás delante del Señor para prepararle el camino.
Darás a conocer a su pueblo la salvación
mediante el perdón de sus pecados,
gracias a la entrañable misericordia de nuestro Dios.
Así nos visitará desde el cielo el sol naciente,
para dar luz a los que viven en tinieblas,
en la más terrible oscuridad,
para guiar nuestros pasos por la senda de la paz».
Mientras crecía, me pregunto cuántas veces contempló Juan las palabras que su padre oró por él cuando era un bebé. De adulto se enfrentó a dificultades extremas en su misión de preparar a la nación para Jesús. Seguramente esta declaración de visión profética, dada por el Espíritu Santo, le ayudó a mantenerse fiel a su vocación. ¿Tengo la figura de Zacarías en mi propia vida, alguien a quien Dios ha utilizado para hablarme de forma clara y poderosa?
Señor, gracias por las palabras de vida que me has dado a través de otros. Trae a mi corazón y a mi mente ahora una palabra de ánimo clave que alguien haya compartido conmigo y que me sostenga en mi caminar contigo hoy.
Señor, nombro a un niño o joven que conozco. Que hoy les abras los oídos para que escuchen tu palabra y capten tu amor por ellos. Que reconozcan tu voz guiándoles todos los días de su vida.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
»Y tú, hijito mío, serás llamado profeta del Altísimo,
Lucas 1:76-79 (NVICST)
porque irás delante del Señor para prepararle el camino.
Darás a conocer a su pueblo la salvación
mediante el perdón de sus pecados,
gracias a la entrañable misericordia de nuestro Dios.
Así nos visitará desde el cielo el sol naciente,
para dar luz a los que viven en tinieblas,
en la más terrible oscuridad,
para guiar nuestros pasos por la senda de la paz».
Aunque estas palabras fueron inspiradas por el Espíritu Santo, llegaron a Juan porque Zacarías abrió su boca y habló. La propia misión de Juan le exigía hablar públicamente para preparar el camino a Jesús. ¿Estoy dispuesto a abrir mi boca y compartir a Jesús con la gente?
Querido Señor, tengo una relación contigo gracias a las personas que se atrevieron a compartir tu historia conmigo. Hoy decido hacer lo mismo. Dame valor para hablar tus palabras de vida a los que me rodean.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama dice en Mateo:
‘… no os preocupéis por lo que vais a decir o cómo vais a decirlo. En ese momento se os dará lo que habéis de decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por medio de vosotros.’
Mateo 10:19b-20 (NVICST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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