Oración 24-7
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Parte 27 de 30
Hoy es jueves, 22 de diciembre y sólo faltan tres días para Navidad. Esta semana exploramos las muchas formas en que la voz del cielo habla de la vida y la luz en nuestro mundo en Navidad.
Por lo tanto ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar verdaderamente quieto. Abro mis oídos ahora para escuchar tu palabra, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en la infinita compasión de Dios, su poder absoluto y su inconcebible sabiduría, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 147…
Él sana a los de corazón quebrantado
Salmo 147:3-5 (NTV)
y les venda las heridas. Cuenta las estrellas
y llama a cada una por su nombre.
¡Qué grande es nuestro Señor! ¡Su poder es absoluto!
¡Su comprensión supera todo entendimiento!
Hoy me uno a los tres astrónomos orientales que visitaron a Jesús unos dos años después de su nacimiento, un momento tradicionalmente asociado a la historia de la Navidad:
Después de nacer Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, he aquí llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente.
Mateo 2:1-3 (NVICST)
―¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—.
Vimos salir su estrella y hemos venido a adorarle. Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él.
Los Magos eran buscadores de la verdad procedentes de una nación alejada de Israel. Fue su cuestionamiento intelectual y científico lo que les llevó a Jesús. Algunas personas se guían por lo que sienten, pero otras son pensadoras. Por cada persona que es llevada al Señor por el corazón, otra llega al mismo lugar a través de un proceso de exploración serio y considerado – ¡aunque llegue allí un par de años después! Dios no nos pide que nos olvidemos de nuestro cerebro para convertirnos en cristianos. Más bien al contrario. Algunos de los más grandes intelectuales de todos los tiempos, desde San Agustín hasta Sir Isaac Newton, han sido seguidores comprometidos de Cristo.
¿Cuál es el fruto del estudio?, pregunta un antiguo catecismo. Percibir la Palabra eterna de Dios reflejada en cada planta e insecto, en cada ave y animal, y en cada hombre y mujer.* ¿Dónde podría encontrar a Cristo hoy en mi trabajo, o en las personas que conozco, o en el mundo natural que me rodea?
Hoy oro por los artistas, científicos e intelectuales que no tienen miedo de abordar cuestiones de fe: mujeres y hombres brillantes como el podcaster Malcolm Gladwell, el científico Francis Collins y la novelista Marilynne Robinson. Te pido, Señor, que bendigas a los pensadores que conozco con nueva claridad y coraje al considerar tu verdad en esta Navidad.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
Después de nacer Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, he aquí llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente.
Mateo 2:1-3 (NVICST)
―¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—.
Vimos salir su estrella y hemos venido a adorarle. Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él.
Veo la intención en el modo en que los Magos de Oriente viajaron para encontrar a Jesús, seguramente con un gran coste de tiempo y dinero. Hay una frase que corre el riesgo de volverse cursi y que se utiliza a menudo en Adviento; dice simplemente: “Los sabios todavía le buscan”. ¿Qué forma adopta mi búsqueda? ¿Cuál es la naturaleza de mi búsqueda intelectual? ¿Sigo siendo exigente con mi pensamiento? Ahora me tomo un tiempo para sencillamente preguntarle al Señor.
Hago una antigua oración de Agustín, uno de los más grandes intelectuales de todos los tiempos:
‘Los que buscan al Señor le alabarán. Porque los que buscan le encontrarán (Mateo 7:7) y los que le encuentran le alabarán. Deja que te busque, Señor, invocándote, y que te invoque creyendo en ti; porque tú nos has sido anunciado. Oh Señor, mi fe te invoca, esa fe que me has impartido, que me has insuflado por la encarnación de tu Hijo’.
San Agustín
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama promete en el libro de Hechos:
»Su propósito era que las naciones buscaran a Dios y, quizá acercándose a tientas, lo encontraran; aunque él no está lejos de ninguno de nosotros. Pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Como dijeron algunos de sus propios poetas: “Nosotros somos su descendencia.”
Hechos 17:27-28 (NTV)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
* Ray Simpson with Brent Lyons-Lee, St Aidan’s Way of Mission (Abingdon, Oxon: BRF, 2016) p. 47.
** Confesiones de San Agustín, Libro 1, http://www.augustinus.it/spagnolo/confessioni/conf_01_libro.htm.
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