Oración 24-7
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Parte 13 de 30
Hoy es jueves, 8 de diciembre. A lo largo de esta época de Adviento estamos reflexionando sobre las voces de las muchas personas cuyas experiencias se unen para componer la historia de la Navidad.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar quieto. Abro mis oídos ahora para escuchar cosas increíbles sobre ti, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en la palabra de Dios hacia mi vida, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 119…
Tus mandamientos me dan entendimiento;
Salmo 119:104-105 (NTV)
¡con razón detesto cada camino falso de la vida!
Tu palabra es una lámpara que guía mis pies
y una luz para mi camino.
El pasaje de hoy no registra una sola palabra pronunciada por el hombre que lo protagoniza. Y, sin embargo, las decisiones que toma dicen mucho de su carácter….
El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero, antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero, cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Mateo 1:18-21,24 (NVICST)
Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa.
Aunque no tengo constancia de las palabras de José, hay una cosa que sí sé: dijo “Sí”. Ante el temor de que su prometida le fuera infiel, el futuro de José debió parecer desesperanzador. Habría sido fácil para él descartar el sueño angélico como sólo eso… un sueño, un deseo de su mente subconsciente. El hecho de que José tuviera la fe de decir que sí a la visión de Dios sobre la situación me muestra cómo puedo avanzar cuando me enfrento a una crisis.
¿Hay alguna situación en mi vida que actualmente parezca desesperanzadora? ¿Una relación rota quizás, o una gran injusticia que no veo la manera de resolver?
Dios de los milagros, te traigo lo que parece sin esperanza. Como José, por favor, cambia mi percepción de esta situación para ver dónde estás obrando.
Padre, te pido por los cristianos que te sirven ayudando a familias en situaciones difíciles; trabajadores sociales, pastores y otros. Cuando se enfrenten a circunstancias difíciles o dolorosas hoy, por favor, háblales por tu Espíritu Santo. Inspírales con soluciones a problemas que parecen insuperables, soluciones que traigan tu paz y sanidad a las personas necesitadas.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero, antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero, cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Mateo 1:18-21,24 (NVICST)
Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa.
Aunque la noticia del embarazo de María debió de ser increíblemente angustiosa, José no respondió con un estallido de ira pública. Al elegir el silencio, evitó causar problemas a María y dejó espacio en su corazón para que Dios hablara. Cuando me siento agraviado, es muy tentador atacar, pero José me recuerda que saber cuándo callar es tan importante como saber cuándo hablar.
Querido Señor, cuando soy herido por otros, elijo acallar mi alma para buscar tu voz. Al negarme a devolver el golpe, ayúdame a crear un espacio en mi mente para recibir tu dirección, tal como hizo José.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama dice en el libro de Joel:
»Después de esto,
Joel 2:28-29 (NVICST)
derramaré mi Espíritu sobre todo ser humano.
Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán,
tendrán sueños los ancianos
y visiones los jóvenes.
En esos días derramaré mi Espíritu
aun sobre los siervos y las siervas.
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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