Oración 24-7
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Parte 26 de 46
Hoy es lunes, 28 de marzo y continuamos nuestro viaje a través de la Pasión de Jesús en esta época de Cuaresma. Esta semana meditamos en el juicio de Jesús delante de los líderes religiosos.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieta; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Jesús, Tú eres el camino, la verdad y la vida. A través de esta época de Cuaresma, mientras medito en tu Santa Pasión, que mi amor sea reavivado, para que pueda vivir sacrificada y enteramente para Ti.
Hoy escojo regocijarme en la fuerza que Dios nos da, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en las palabras del Salmo 62…
Que todo mi ser espere en silencio delante de Dios,
Salmo 62:5-6 (NTV)
porque en él está mi esperanza.
Solo él es mi roca y mi salvación,
mi fortaleza donde no seré sacudido.
Hoy vemos el juicio de Jesús ante los líderes religiosos tras su arresto en el Huerto de Getsemaní. Se han presentado muchas acusaciones falsas contra Él, mientras el sumo sacerdote intenta encontrar algo que convenza al pueblo de que Jesús es peligroso…
Así que el sumo sacerdote insistió:
Mateo 26:63b-68 (NVI CST)
―Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.
―Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo os digo a todos: De ahora en adelante veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.
―¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Mirad, vosotros mismos habéis oído la blasfemia! ¿Qué pensáis de esto?
―Merece la muerte —le contestaron.
Entonces algunos le escupieron en el rostro y le dieron puñetazos.
Otros le abofeteaban y decían:
―A ver, Cristo, ¡adivina quién te pegó!
Jesús podría haberse defendido de estas falsas acusaciones. Sin embargo, se limita a citar dos textos proféticos que hablan del Mesías y además mencionan a los enemigos de Dios (Daniel 7:13, Salmo 110:1).
Es una declaración audaz y peligrosa. Su público habría conocido estas escrituras. Jesús no sólo se estaba declarando a sí mismo como el Mesías, sino que, al referirse a estas profecías, también estaba denunciando al Sumo Sacerdote, por abusar de su posición de poder, comparándole con los “enemigos de Dios”.
Jesús: Me desafía tu ejemplo. Puedo estar demasiado preocupado por protegerme y defenderme y perder oportunidades de apuntar hacia Ti.
¿Hay alguna situación en mi vida en la que necesite decir la verdad, aunque sea arriesgada e incómoda?
Ahora pienso en los que dan su vida por decir la verdad y trabajan para denunciar la injusticia y establecer la integridad en los lugares de poder.
Jesús, llénales de tu valentía y dales palabras sabias que resulten en la libertad de los que están atrapados en sistemas de poder injustos.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
Así que el sumo sacerdote insistió:
Mateo 26:63b-68 (NVI CST)
―Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.
―Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo os digo a todos: De ahora en adelante veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.
―¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Mirad, vosotros mismos habéis oído la blasfemia! ¿Qué pensáis de esto?
―Merece la muerte —le contestaron.
Entonces algunos le escupieron en el rostro y le dieron puñetazos.
Otros le abofeteaban y decían:
―A ver, Cristo, ¡adivina quién te pegó!
Me cautiva la confianza tranquila de Jesús en su identidad y su inquebrantable compromiso con su propósito. Él sabía quién era, sabía lo que tenía que hacer, así que las acusaciones, las burlas, los abusos y la muerte inminente no le impidieron hablar.
A veces permito que el miedo sacuda mi sentido de identidad, que me distraiga de los propósitos de Dios para mi vida.
Jesús, hoy te entrego mis miedos e inseguridades; tanto los grandes como los pequeños. Me recordarás quién dices que soy, restaurarás mi sentido de propósito y me enraizarás más profundamente en tu amor.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama, dice en Efesios 3:
Es mi deseo que experimentes el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serás completo con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios.
Efesios 3:19 (NTV)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo, siendo auténtica contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás, siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida, proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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