Oración 24-7
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Parte 40 de 46
Hoy es lunes, 11 de abril. Es la semana de La Pasión, y estamos en la última etapa del viaje con Jesús hacia la cruz.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieta; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Jesús, Tú eres el camino, la verdad y la vida. A través de esta época de Cuaresma, mientras medito en tu Santa Pasión, que mi amor sea reavivado, para que pueda vivir sacrificada y enteramente para Ti.
Hoy escojo regocijarme en el poder de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en las palabras del Salmo 22…
Te alabaré en la gran asamblea;
Salmo 22:25, 27- 28 (NTV)
cumpliré mis promesas en presencia de los que te adoran.
Toda la tierra reconocerá al Señor y regresará a él;
todas las familias de las naciones se inclinarán ante él.
Pues el poder de la realeza pertenece al Señor;
él gobierna a todas las naciones.
Jesús acaba de ser condenado por Pilato y azotado. Ahora, a manos de los soldados, su tormento continúa…
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y reunieron a toda la tropa alrededor de él. Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color escarlata. Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:
Mateo 27:27-31 (NVI CST)
―¡Salve, rey de los judíos!
Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza. Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.
Leer el relato de la Pasión de Mateo y escribir las reflexiones para la Lectio de esta semana es desalentador y doloroso. Quiero hojear, pasar por encima de la superficie de las escrituras, avanzar rápidamente hacia los pasajes menos angustiosos. Quiero apartar la mirada, mirar hacia otro lado.
Jesús: dame el valor y la fortaleza que necesito para profundizar en las escrituras de esta semana, para permanecer contigo aquí, en tu aflicción, para dar testimonio de tu amor sufrido.
Dios: te pido por los que están en el poder y te desprecian, se burlan y te agreden y oprimen a los que llevan tu nombre. Acelera la llegada del día en que toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:11)
Al volver al pasaje, me imagino dentro de la escena. El olor de la sangre y el sudor en el aire. El cacareo de la burla cruel, la energía inquieta de una multitud descerebrada por el odio y la rabia…
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y reunieron a toda la tropa alrededor de él. Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color escarlata. Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:
Mateo 27:27-31 (NVI CST)
―¡Salve, rey de los judíos!
Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza. Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.
Son como matones de instituto, ebrios de poder. Es tentador separarme de ellos, pero si soy honesta, ¿ha habido alguna vez en que haya despreciado a Jesús o a su pueblo? ¿En que la burla ha estado en mi corazón o en mis labios? ¿Alguna vez mis acciones o actitudes se han burlado de su Señorío?
Jesús: me arrepiento de las veces que no he reconocido tu Señorío, tu gobierno legítimo y autoridad en mi vida. Hoy te declaro como Señor y Rey, no solo de los judíos, sino de toda la gente de la tierra, especialmente yo.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama, dice en Mateo 23:
Porque el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Mateo 23:12 (NVI CST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo, siendo auténtica contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás, siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida, proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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