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La respuesta es fácil: sí – por supuesto. Pero también es una respuesta difícil de responder.
Si le preguntaras a cualquier cristiano – y a muchas personas que no se consideran cristianas – podrían contarte las veces que oraron y vieron respuestas a esas oraciones; algunas respuestas grandes y alucinantes, y otras pequeñas y sencillas.
Pero, sin duda, también podrían contarte las veces que no vieron respuestas.
Y aquí nos encontramos con la tensión de una de las mayores preguntas de la fe cristiana – ¿por qué? Y, frustrantemente, Jesús ni siquiera intenta ofrecer una respuesta directa al problema de la oración sin respuesta.
Pero tampoco guarda silencio sobre el tema. Mientras nosotros nos preguntamos “por qué” y “cuándo”, él replantea la conversación en torno a “quién” y “cómo”.
Nos encantaría tener una fórmula, o un teorema; una respuesta de 4 puntos sobre por qué nuestra mejor oración de fe no hizo nada y nuestro vago susurro de oración pareció movilizar todo el cielo.
Pero Jesús siempre parece más preocupado por la postura del corazón que por el índice del éxito.
Nos dice que no utilicemos palabras rebuscadas para presumir ante Dios, o ante otras personas. Nos ordena que nunca dejemos que la oración se convierta en un posicionamiento de poder o de proeza; una farsa para sentirse bien. En lugar de eso, nos dice que debemos tener el corazón en orden:
“Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará”.
Mateo 6:6
Y aquí encontramos el error en la misma pregunta con la que hemos empezado:
‘¿Funciona la oración?’ – Bueno, si la oración es puramente transaccional, entonces no parece funcionar muy bien. Y es cierto; la oración no funciona bien cuando se ve como una tarjeta de crédito cósmica. Pero si la oración tiene que ver con el quién y el cómo; si la oración tiene que ver realmente con la relación, entonces la pregunta se vuelve redundante.
Por supuesto que la oración funciona. Como en todas las relaciones, ningún minuto ofrecido de intimidad con Dios puede considerarse desperdiciado.
Y desde aquí, Jesús nos anima a seguir orando. De hecho, la Biblia nos dice que nunca dejemos de orar. Una vez que tengas el corazón en orden; una vez que hayas recordado a quién estás orando; sigue pidiendo, sigue tocando y sigue creyendo:
“Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre”.
Mateo 7:7-8
Y sí, Jesús promete que este tipo de oración funciona. Este tipo de oración cambia las vidas y las naciones, redefine los destinos y supera la enfermedad.